miércoles, 19 de noviembre de 2014

Génesis de una alegría

Sabes eso de tener el corazón de fiesta aunque no sea domingo.
Ni siquiera sábado por la noche.
Eso de reírse uno con los ojos y gritarse con las manos abiertas
al mundo.
Sabes eso que se siente
y que se reconoce en cualquier extraño
porque se condensa en una única y universal
forma de mirar
como guardándose entre el corazón y los pulmones
lo que se va tragando por la calle.
Eso de valorar lo que se tiene
antes y después de haberlo perdido.
Sabes eso de conseguir que el después no huya,
que el ayer no duela
y que el hoy te contagie solo de dudas prometedoras.
Es entonces cuando se entiende que la génesis
de una alegría
(que es de lo que estoy hablando)
puede germinar en numerosas bocas,
en algunos nombres,
en bastantes caras
y en muchos más olores,
pero en realidad el único lugar en el que sobrevive
es dentro de uno mismo.


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