miércoles, 12 de noviembre de 2014

Salva Soler y Andrea Porcar

Uno debería ver recitar a Salva Soler para saber exactamente de lo que voy a hablarles. Uno debería atreverse a exponerse delante de su voz, de su dramaturgia excelente, de su fascinante capacidad camaleónica, de sus ideas, de sus arrebatos, de la verdad que desprende su mirada.

El pasado jueves por la noche el mítico Oncle Jack de l'Hospitalet brilló y sonó con luz y música propias de la mano de Salva Soler y Andrea Porcar en el marco del Festival Acròbates. ¡Menudo espectáculo! Más de una hora y media de intimidad compartida, de silencios y carcajadas tejiendo un momento único. Un espectáculo que rezumó amor por todos los costados, amor por la palabra, amor por la música, amor por la poesía y, sobre todo, amor por las cosas bien hechas. Cada candencia de la voz de Salva, cada crescendo del piano o del acordeón de Andrea, cada pausa: todo ensamblado a la perfección. 

Salva llena el escenario, lo inunda. Sus textos son el paradigma de la hermosura de la sencillez: una poesía fresca y cálida de versos sencillos excelentemente interpretados que lo trasladan a uno al centro mismo de los sentimientos en ebullición en el que tiene  cabida la sensibilidad de todos. Andrea sabe hacerse necesaria en cada momento y sabe hacerse esperar también. Sus notas, sus solos de piano y acordeón de ojos cerrados, su sonrisa constante no son un acompañamiento, son la otra mitad del espectáculo.

Debo agradecer como público que detrás de todo ese espectáculo haya un trabajo, un esfuerzo y una voluntad tan enormes porque solo de esa manera el resultado podría ser el que fue: un lujo. Nos contaron que en breve estrenarían un espectáculo nuevo parecido a lo que habían hecho, si consiguen mejorar lo que yo viví el jueves, debería ser de asistencia obligatoria para los amantes de las emociones y de la poesía.

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