domingo, 12 de noviembre de 2017

Podría hablar de la República. O no.



No me gusta que te vayas ni que anochezcas,
me conformaría con disponer de todas tus mañanas
entre mis manos.
Ya sé quién eres, te reconozco en los dolores
y en los sueños comunes que se te escapan de la boca.
Yo podría cubrirte de mar tu miedo al vacío.
Ando dividiéndome en tus mitades contigo
y adivinándote, a la vez, entera y soberana,
poseedora de este milagro.
Me gustas viva y voraz como todos los mediodías,
desde el suelo hasta el techo de esta cárcel
y en los recodos de todo lo que, de tanto imaginar, ya conozco.
Me gustas desde que llegaste y porque te irás
y una vez más serás pasado, como cuando no existías.