jueves, 12 de junio de 2014

Regresas

De repente estás aquí
dos veranos después
con tu esfuerzo involuntario
de volver hacia
atrás
y de, a la vez, seguir hacia
                                      adelante.
Sin ella.
Regresas
limpiando el asfalto
de quereres a medias tintas
de amores de fuego sin llama
o de llama sin combustión
o de combustión sin oleaje.
Regresas
dejando al sol
sin tu cara salvaje.
Sin tus manos grandes que abarcan montañas
que se coronan en cumbres
que cosquillean el cielo.
Sin tu cuerpo poderoso
mitad raíz, mitad vuelo.
Regresas
con la mirada
todavía en la nieve y en la cima
en el negro de otros ojos y otra piel
en el azul del mar que has nadado
cinco meses seguidos.
Regresas
con tantos idiomas en la misma voz
con tantas costuras en la misma piel
con tantas historias en la misma hambre.
Regresas
para curarnos a los demás nuestros deseos
insatisfechos
-justamente por eso se llaman deseos,
sino se llamarían logros-.
Regresas
para recordarles que los quieres
y que por eso te irás otra vez,
para aprender a querer mejor en la distancia
que es cuando alguien está más cerca.
Regresas
con la ilusión de niño grande
con la contradicción de la libertad constante
con la incertidumbre del mañana –no sé dónde estaré-
y la certeza del ayer –pero sé que estuve-.
Y te abrazan
ellos
mitad horizonte, mitad anhelo,
para volcarte encima la ilusión primitiva del reencuentro.
Regresas
y yo
recordando lo que es echar de menos
acierto solo en no querer saber más
de lo que podrá sostener el silencio.

jueves, 5 de junio de 2014

El único parecido entre tu historia y la mía es que ambas terminaron


Decidió acompañar a sus propios pasos
hacia un futuro convertido en pena
y soledad.
Decidió que su vida sería estática
sin más deseos que los cumplidos
y que no volvería a pensar en nada
que le hiciera dudar.
Que se quedaría en su portal,
achicando las noches de febrero
una a una
hasta que no quedaran ni las cenizas
de lo que nunca fue pero pudo haber sido.


Nunca te quise
y nunca quise que te quedaras
porque, en realidad,
nunca quise que aparecieras.
Nunca tuve ganas de abrazarte.
Nunca imaginé que me besabas los párpados
ni que me cogías de la mano
para llevarme en volandas hacia tu orilla.
Nunca quise esperarte sentada al pie de la cama
y verte dormir
y desayunar tostadas en el balcón de mi piso
desde donde se veía el mar
en un día de mayo como hoy.
Nunca quise que aquella noche
nadie me esperara en casa
para no tener que dar más explicaciones
que tu nombre repetido entre mis labios
muchas veces.
Nunca dije que te soñé
tantas noches seguidas
que no supe jamás si mirarte a los ojos
era despertar.
Nunca pensé que habías llegado
para cambiarme la vida,
para rescatarme del peso de mi propio cuerpo.
Nunca quise quedarme ahí cuando estabas tú
porque nunca supe si más allá de ti había algo
que mereciera la pena.