lunes, 8 de mayo de 2017

No sé decir adiós






Soy una ventana
y me he quedado huérfana de horas
y, sin embargo, sigo cargada de
corrientes marinas.
Flavia ha dibujado que la vida puede bucearse,
como si alguien en su letargo pensara
que no hundirse, no mancharse y no
salpicar pudiera, remotamente,
asemejarse a vivir.
En el yunque del paso del tiempo
y en la forja de los años
y en la migraña de la rutina
las despedidas siempre han sido cicatrices
que no sanan.
Pero yo no sé decir adiós,
siempre acaban sus letras escapando
torpemente del abandono
en una huida hábil hacia la memoria eterna.
No sé decir adiós,
de la misma manera que no sé vivir en
ningún lugar que no sea el abrazo.
Yo no sé decir adiós,
como tampoco sé dibujar o construir o
                                                         levitar
o querer en una sola dirección.
Yo no sé decir adiós
ni utilizar la mano izquierda
ni esperarme ni callar
ni usar nada que no sea la poesía para amortiguar
los golpes
ni dejar de echarte de menos.
Yo no sé decir adiós.
Por eso
vuelve.