domingo, 27 de diciembre de 2015

Las vocales de tu nombre




Te perdí -o eso creo-,
como se pierden la vergüenza
o el erotismo en las noches de invierno.
Te disolviste en mi vida
hasta ser un conglomerado de deseos y recuerdos
a partes iguales,
de la misma manera que se disuelven los miedos
en la oscuridad
o en la cercanía de una hoguera.
Ocupaste un lugar llano e invisible
en mi día a día,
un espacio diminuto
que a veces tiende a ser
tan grande como una habitación
o como un paisaje o como una pena.
Pasaste a formar parte de esa
lista de cosas que no se pueden contar
si uno no las ha vivido,
de tan inabarcables,
esas cosas tan íntimas, que tanto se derraman;
que toman cuerpo después
en las marquesinas de los autobuses,
en el sabor del queso fresco con membrillo
o en el trozo de ciudad que se ve desde mi balcón.
A veces pienso que solo quedas ahí
y que en verdad nunca exististe
ni me cambiaste la vida.
Y otras veces, como hoy,
solo puedo hablar a través
de las vocales de tu nombre.