martes, 25 de noviembre de 2014

Acción

Llegados a este punto,
a la cumbre de un trabajo forzado
a un sucedáneo de paraíso
a un lugar cómodo alejado del dolor gratuito;
una vez aquí,
habiendo enarbolado la bandera del ganador
en la cima de nuestra historia
habiendo olvidado del todo
y por autoimposición cómo combinaban
nuestros cuerpos desnudos
habiendo puesto un charquito de por medio
por si acaso quisiéramos avanzar un paso más
-así, al mojarnos los pies recordaremos
que no debemos acercarnos si no queremos prender en llamas-;
ahora que yo me siento a salvo de presunciones y abismos,
que sonrío porque puedo mirarte 
y desearte -casi siempre- con el corazón 
y no con la piel.
Ahora quizá no quede ya nada por cumplir.
Quizá esas ganas de lucha hayan mermado tanto
que ahora se confunda la voluntad con el inmovilismo,
con esa idea horrorosa de la acción en la no acción.

Y a mí, las paradas así, al ralentí del tiempo,
que nada tienen que ver con un quiebro en el camino,
siempre me han provocado mucha desconfianza
y nunca dejarán de darme miedo.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Génesis de una alegría

Sabes eso de tener el corazón de fiesta aunque no sea domingo.
Ni siquiera sábado por la noche.
Eso de reírse uno con los ojos y gritarse con las manos abiertas
al mundo.
Sabes eso que se siente
y que se reconoce en cualquier extraño
porque se condensa en una única y universal
forma de mirar
como guardándose entre el corazón y los pulmones
lo que se va tragando por la calle.
Eso de valorar lo que se tiene
antes y después de haberlo perdido.
Sabes eso de conseguir que el después no huya,
que el ayer no duela
y que el hoy te contagie solo de dudas prometedoras.
Es entonces cuando se entiende que la génesis
de una alegría
(que es de lo que estoy hablando)
puede germinar en numerosas bocas,
en algunos nombres,
en bastantes caras
y en muchos más olores,
pero en realidad el único lugar en el que sobrevive
es dentro de uno mismo.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

Salva Soler y Andrea Porcar

Uno debería ver recitar a Salva Soler para saber exactamente de lo que voy a hablarles. Uno debería atreverse a exponerse delante de su voz, de su dramaturgia excelente, de su fascinante capacidad camaleónica, de sus ideas, de sus arrebatos, de la verdad que desprende su mirada.

El pasado jueves por la noche el mítico Oncle Jack de l'Hospitalet brilló y sonó con luz y música propias de la mano de Salva Soler y Andrea Porcar en el marco del Festival Acròbates. ¡Menudo espectáculo! Más de una hora y media de intimidad compartida, de silencios y carcajadas tejiendo un momento único. Un espectáculo que rezumó amor por todos los costados, amor por la palabra, amor por la música, amor por la poesía y, sobre todo, amor por las cosas bien hechas. Cada candencia de la voz de Salva, cada crescendo del piano o del acordeón de Andrea, cada pausa: todo ensamblado a la perfección. 

Salva llena el escenario, lo inunda. Sus textos son el paradigma de la hermosura de la sencillez: una poesía fresca y cálida de versos sencillos excelentemente interpretados que lo trasladan a uno al centro mismo de los sentimientos en ebullición en el que tiene  cabida la sensibilidad de todos. Andrea sabe hacerse necesaria en cada momento y sabe hacerse esperar también. Sus notas, sus solos de piano y acordeón de ojos cerrados, su sonrisa constante no son un acompañamiento, son la otra mitad del espectáculo.

Debo agradecer como público que detrás de todo ese espectáculo haya un trabajo, un esfuerzo y una voluntad tan enormes porque solo de esa manera el resultado podría ser el que fue: un lujo. Nos contaron que en breve estrenarían un espectáculo nuevo parecido a lo que habían hecho, si consiguen mejorar lo que yo viví el jueves, debería ser de asistencia obligatoria para los amantes de las emociones y de la poesía.