Aquella muerte fue una familia
reunida en un cuarto alrededor de un cuerpo
y un corazón que deja de latir.
Fueron unos hijos y unos nietos y una esposa
que empezaban a curarse llorando
que es la forma en la que la tristeza se limpia
y se convierte en calma.
Sé que las despedidas no son más que eso
y son sobre todo eso:
el traspaso de un cuerpo altivo
y devastado
hacia la muerte.
Pero uno puede despedirse y no morir
y viceversa.
Y hay despedidas con nombre y apellidos
que huelen y saben
y tienen la piel de derrota.
Hay un perdón que empieza a crecerme en los labios
y me ensancha los pulmones
y yo voy otra vez contra la vida
sin preguntas y sin miedo
porque en las despedidas
al contrario que en la muerte
cabe la posibilidad de
volver la vista atrás
en medio del camino.
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