viernes, 29 de septiembre de 2017

Sin consuelo

Tanta muerte ahí fuera.
Tanta nada.
Tanto polvo.
Tanta necedad.
Tanto frío.
Y, sin embargo,
tanta vida aquí dentro.
Qué injusto me parece ahora renacer.
Qué estupidez estar vivo.
Todo lo que conozco
-que es exactamente todo lo que puedo nombrar-
pierde el sentido que tenía
o, por el contrario,
lo gana de golpe.
No hay nada que importe ya
ni nada que deje de hacerlo,
y ambas acciones toman el relevo
de su propio sentido con la misma fuerza:
con la potencia de la rabia acumulada
del que se sabe el único
superviviente de un naufragio.
Qué injusto que sea el dolor el que nos una ahora,
       a penas el meñique de tu mano izquierda
                                                          con el de mi mano derecha.
Un abrazo en la distancia.
Tus ojos y mis ojos
sobre el mismo texto.
Una emoción de ida y,
de vuelta,
un agradecimiento sin consuelo.

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