Es cuestión de la
fugacidad itinerante del alma
que expira
sistemáticamente los plazos que tienen las dudas
para caducarse y engendrarse de nuevo.
Ahora las
ves y ahora ya no las ves.
Y ahora mejor me traslado a morir a otro sitio.
Cuando el hombre ha encontrado un suelo estable
sobre el
que conrear unas cuantas pasiones
y más de
un pecado capital,
cuando
cree haber ahuyentado las ironías
y la
debilidad del espíritu,
acaba por
amanecer un día
como un
humano desdichado
y se lanza
al vacío
y se bebe sus sueños
y construye
un engranaje sobre su espalda
para atar
en un fardo
toda la felicidad y todos los poetas
de los que dispone;
se
decapita a sí mismo
y deja que el cuerpo se le vaya convirtiendo
y deja que el cuerpo se le vaya convirtiendo
en poco más que una columna vertebral
y un puñado de huesos ensamblados,
para surcar así los
cielos solo con la cabeza en el aire
manejada
como una cometa;
se desata
los nudos invisibles de las presiones sociales absurdas
y de la
magia irreverente de la política hastiada
y sale a cazar una brizna de esperanza
detrás de
cada esquina;
y suelta el
lastre de lo que fue
bajo la mansa ignorancia de quien no conoce más horizontes
que los propios.
Es así y entonces
cuando nos da por buscar
lo que siempre anhelamos: la libertad,
y nos da por ser lo que siempre habíamos deseado:
nosotros mismos.