Tenía que salir poesía de aquí.
¿De dónde, sino?
Cómo no va a haber poesía dentro de la misma poesía
si hablamos,
con distinta voz
y
distintos silencios,
el mismo idioma.
Cómo no va a haber poesía en ti
si tú duermes y comes y sufres poesía,
si la sudas y la bailas y la andas
y
la desandas
y la siembras
y
la recoges
y te construyes con ella una casa y un camino.
Cómo no va a haber poesía en ti
si poesía son tus uñas arañando el asfalto,
si poesía es tu mordisco audaz de hambriento repentino
en cualquier momento disecado.
Cómo no va a haber poesía en ti
si tú la vistes y la calzas
y
la añoras,
y la suples y la amedrentas y la lavas
y la barres con las pestañas,
de
arriba a abajo,
de
un verso hacia el otro.
Rescata, tú que aún puedes, a las musas
que te atropellaron por querer correr
más que tú.
Y que entonces regresaron desnudas y a ciegas
con las manos al aire gritando: somos inocentes,
quien no haya querido
regodearse
en el dolor del
subsuelo - fíjate de lo que te hablo,
de esa profundidad-, que
sea la primera en desangrarse.
A ti y solo a ti te toca renacerte.
Cómo no va a haber poesía en ti, decía,
¡cómo no va a haberla!